viernes, 22 de junio de 2007

Honesto y sincero consigo mismo.

No conozco a nadie –vienen a decir los fundadores- que no hayan tenido éxito cuando se han propuesto seguir los pasos de este proceso de recuperación. Los que no lo consiguen es porque no son sinceros y honestos consigo mismo.

Y piensan los padres del Libro Azul: hay gente así, que tienen esa desgracia. Son gentes que sufren enormemente en razón de sus graves anomalías emocionales y mentales. Si llegaran a reconocer lo que son, a sincerarse consigo mismo, conseguirían la correspondiente recuperación y llegarían a ser personas nuevas.

Sirviendo a los hermanos y llegando a ellos tenemos un trabajito que hacer, animar a enfrentar verdadera y sinceramente la vida.

Nuestro testimonio es el que vale, porque nos hemos tenido que enfrentar a la sinceridad con nosotros mismos. ¿Miedo a enfrentarse y a sincerarse? Ya no podemos caer más bajo… ¡Cuánto daño y dolor hemos producido sin ser conscientes de ello, sólo porque no teníamos dominio sobre nosotros mismos, estábamos bajo el efecto del alcohol! Sí, hay que recordar lo que le hemos hecho a la mujer, a los hijos, a la familia. Hay que reordar lo que hemos hecho a amigos, lo que no hemos cumplido, las deudas que hemos dejado pendientes.

Así ha sido mi vida, la de los hermanos. Todo ello efecto de esa maldita obsesión que uno leva dentro, el placer en la bebida, que como una alergía se pega a uno sin podérsela quitar.

Toca acudir al que puede curar, al que puede sanar, al que tiene ese saber y ese poder. No es el médico, que siempre me puede dar unas pastillas, una inyección. Solo me puede curar el que puede llegar dentro de mí y mirar mi Todo, todo lo que soy. Sólo ese que tiene el poder, el Poder Supremo, que es quien me sostiene todavía en vida… El me hizo, el me creó, me dio la vida, es ahora el que tiene que recuperarmela.

Y tú qué le das. De El viene la recuperación y ¿de ti? No tengo nada con que contribuir. Esa es la triste realidad. Nada tengo. Lo que tengo, El me lo dio, y ya vale poco. Solo me queda esperar que El me la arregle.

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